viernes, 7 de noviembre de 2008

Alghero 25 de Octubre

Salgo del hotel y ando durante 15 minutos. Es de noche. El aire es húmedo, de mar. Todavía no lo veo. El ambiente es como de suburbio. No hay acera y la iluminación es escasa (una sensación que siempre me acompaña fuera de España). Llego a un cruce y a la izquierda se me presenta una fuente iluminada y un restaurante con música (Pizzeria La Pergola). Entro y me siento. El espacio es grande y agradable, paredes de piedra. tono bajo en las conversaciones. El horno de leña de las pizzas delante de mi, abierto. Un sardo (¿?) con bigote las prepara con esmero. Muchos camareros, casi más que clientes. Hablan entre ellos.

Me siento bien y a gusto. Abro la carta llena de distintos tipos de comida, tradicional sarda, catalana (como curiosidad en esta ciudad se mantiene el catalán de los tiempos de la dominación de la corona de Aragón), internacional, italiana,... Se lo que quiero: me pido una cerveza y una pizza de espinacas y requesón (ricotta).

Cuando me llega se me hace la boca agua. ¡¡¡Como me gusta la pizza¡¡¡. La disfruto.

En un momento me paro y empiezo a escribir. Doy gracias, observo y saboreo el momento. Me entrego a donde estoy y a lo que estoy. Bienvenido Cerdeña. 

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