viernes, 7 de noviembre de 2008

Viajo a Cerdeña, 25 de octubre

Escribo que viajo a Cerdeña yo solo. Una congoja hay en mi estómago. ¿Que soy yo?.

Desde siempre he sentido una marca de vergüenza sobre mi, de tener algo malo dentro, de ser una farsa. Me ha hecho mucho daño. Hoy lo asumo para cambiarlo. Ahora mismo hace falta.

Me encamino pues hacia una Isla del Mediterráneo en un viaje interior. Para limpiarme de lo que no soy yo, despojarme de las imposturas.

En el aeropuerto, mientras espero, miro para atrás en mi vida y siento la angustia acumulada y el dolor de todas las oportunidades perdidas, de toda la energía que se quedó en mi, adormeciéndome. Escribo en mi diario que me libero de esta carga para poder ser yo libre, y en verdad es un momento importante porque pongo en marcha el mecanismo que me permitirá liberarme de ella: sacar el dolor producido y asumir ese doloroso pasado para cambiar el presente con otra realidad.

Escribo en el diario que, mientras mi vuelo se retrasa, se me hace difícil la introspección. Y siento y recuerdo cuando confiaba en mi, siendo un chaval en Santiago de Compostela. Alguien me puso en duda y yo reaccioné de manera natural sin inmutarme ante las dudas. Tengo el recuerdo ahí.

También tengo otro recuerdo posterior, siendo también un chaval. Un recuerdo traumático. Los fines de semana y vacaciones íbamos siempre a Marín. El ambiente no era bueno (visto en perspectiva y por ser benévolos). La casa de mi abuela estaba en obras así que estábamos en otra de las casas, en La Lameira.

Siempre recuerdo allí mi asma impenitente.

Y también recuerdo a mi madrina, mi tía Blanca, descargando su frustración sobre mi madre, que acababa llorando con el maltrato. Y mi padre allí, quieto, sin atreverse en ningún momento a dar un paso para defenderla. Nunca lo dio. Calladito. Yo sufría muchísimo y saltaba para defender a mi madre, y me iba con ella cuando lloraba. ¡¡¡ Que podía hacer yo, un niño de 10 años¡¡¡ Me marcaron a sangre y fuego la frustración y la cobardía. Asistí impotente al espectáculo de un padre cobarde que permite que maltraten a su mujer sin mover un pie. y era mi padre.

De ahí siento que viene mi vergüenza.

Ahora es el tiempo de liberarme de esa vergüenza, de saber y comprender que yo era un niño y necesitaba protección. No podía actuar como un hombre. Liberarme de la vergüenza de no ser un hombre por no haber podido sacar a mi madre de ahí.

Ahora sí soy un hombre, y aunque esté dañado y descojonado, me comprometo a desarrollar esas cualidades que me robaron. Hace falta.

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