martes, 11 de noviembre de 2008

Nuraghe de Santu Antine, 27 de octubre

Esta mañana me levanto revuelto. Desde ayer por la tarde estoy así. A las 7 amanezco, me voy a correr por la playa (un regalo que agradezco), desayuno, pago el hotel y me voy de Alghero. He cambiado de planes y no voy a la Costa Verde (al sureste) sino que me dirijo a Nuoro y el Golfo de Orosei, al oeste.

Saliendo de Alghero decido tomar una carretera secundaria camino del Nuraghe, antes de sumergirme en la autopista. Estoy inquieto y desasosegado. Algo aflora en mi interior y no se lo que es. Siempre lo he reconocido como el ladrón de mi plenitud. Una sensación interna, incomoda, intranquilizadora.

La salida de Alghero es fea. Sin embargo poco a poco me voy adentrando en una zona agrícola y ganadera de media montaña. Llevo la ventanilla abierta. Entra del mundo tranquilidad y paz, pajarillos cantando y un paisaje que cada vez se hace más bello: Olivares y viñedos, pastizales con ovejas, con vacas, zonas de encina, palmito y lentisco. De pronto alcornoques, muchos descorchados. Más adelante aparecen los colores otoñales: Olmos, fresnos, robles. Muy bello.

Me paro y absorbo el ambiente. Calma, tranquilidad, seguridad, naturaleza. Finalmente llego al pueblo de Thiesi donde paro. De momento los pueblos son feos, y este además tiene encanto, con sus ritmos, su gente sentada y su dialecto difícil de entender (más que el italiano). Me compro unas viandas en un colmado (fruta, verduras y pan) y unos embutidos (salssicia sarda) en una tienda de productos típicos. La dependienta es guapa y agradable. Los del colmado son dos señores mayores muy simpáticos. Noto lo que me cuesta relacionarme. Me fuerzo a mirar a los ojos. Me comunico. Aún así es insuficiente, es un reto del viaje, ser capaz de darme y abrirme a lo que surja.

De allí llego al Nuraghe. No se parece en nada a lo que esperaba. Yo esperaba una simple torre antigua, pero es todo un complejo, una pequeña ciudad fortificada donde vivía hace 3600 años el gobernador de algunos de los los antiguos sardos (la isla esta llena de ellos). Tiene una estructura triangular. La base es de unos espectaculares bloques de basalto que conforme la estructura se hace más alta se van haciendo más pequeños y regulares. Por dentro hay distintas estancias y pasillos que lo recorren entero, en dos niveles actualmente que eran 3 antiguamente. Antes también estaba todo cerrado, con sus terrazas y todo. Ahora hay muchas partes derruidas. Los pasillos impresionan porque parece que estés andando por el interior de una cueva, pero lo ha hecho el hombre. Los hombres que lo hicieron sabía mucho de construcción.

Me subo a lo alto, me siento y escribo desde este lugar con tanta humanidad detrás. Estoy en un valle muy abierto, verde actualmente. Los pájaros cantan, pasa un tren, el amarillo de las viñas reluce.

Y yo ¿Que soy por dentro?, ¿Soy bello?. Ese es el territorio que se me abre.

Sigo mi camino

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